LA CHICA DE LA FÁBRICA DE CERILLAS
Una propuesta fílmica...
Miguel Ángel Millan comparte con nosotros esta reflexión cinematográfica con argumento bioético. Muy interesante y actual.
Miguel Ángel Millan comparte con nosotros esta reflexión cinematográfica con argumento bioético. Muy interesante y actual.
Una imagen contemporánea de la realidad humana
El
cine y la bioética participan de quehaceres conjuntos en su deliberación sobre
la vida humana. El poder sugerente, atrayente e incluso magnético del
cinematógrafo nos ayuda a reconocer lo que de humano brota en cada mujer u
hombre. La propuesta fílmica que nos sugiere Aki Kaurismäki por medio de su
film La chica de la fábrica de cerillas
(1990) permite escrutar la realidad en distintas dimensiones, no solo bajo el
prisma sociológico de las vivencias de su protagonista, sino en su
complementariedad con las ciencias de la vida. El cine aporta realidad
sensitiva, la bioética reflexión crítica, no solo sobre los avances científicos
y tecnológicos, sino en la necesaria conciliación de ambas para dar lugar a una
concepción de la realidad humana en nuestro tiempo actual.
El
binomio individuo–sociedad es examinado cuidadosamente por el objetivo del
cineasta finés, pero la sagacidad de su crítica narrativa nos permite acceder a
una comprensión más genuina de las vivencias que asolan a su joven protagonista,
Iris, lo que conduce a un perfil de mujer gestante junto a los factores
estresantes que azotan su realidad humana. Lo que hace brillante la apuesta
cinematográfica de Kaurismäki es el permanente silencio con el que interpela al
espectador a responder mientras una sucesión de secuencias hablan. El entorno
fílmico nos presenta la desnudez de una realidad que olvida que el centro de la
acción reside en la persona, siendo paradójicamente esta el foco central de la
reflexión cinematográfica del film. ¿Qué puede llevar a una joven a ejercer
como homicida? ¿Hay alguna causa biológica que explique su comportamiento?
Estas
son dos de las múltiples cuestiones que pueden interrogar al espectador que
quiera desmenuzar una reflexión ética (bioética) sobre la narratividad del
film. La presencia de una joven en edad gestante, activa laboralmente en una
cadena de montaje de una fábrica de cerillas, nos permite recordar los brillantes
relatos nórdicos de Hans Christian Andersen, más especialmente el cuento
navideño de la pequeña cerillera, donde una niña fallece desamparada de los que
la rodean mientras consume los fósforos que trata de vender. No parece que el
relato fílmico de Kaurismäki mueva a la misma compasión que solicita la niña
del cuento, sino más bien a una actitud denunciante de la condición humana en
nuestra sociedad moderna.
La
mujer se convierte en el centro desvalido del relato, en la encargada del
sustento de su peculiar familia, en la sufriente persona que sueña con
realizarse en una atmósfera marcada por la soledad y el oportunismo. La
necesidad de amar y ser amada la llevan a despojarse de su intimidad frente a
un consumado vividor, lo que permite a la joven albergar una esperanza
acogiendo una nueva vida. En este descarnado relato, el embarazo se convierte
en un protagonista secundario del film, donde se contiene uno de los detonantes
de su futuro comportamiento. Por una parte, el rechazo familiar ante lo que
consideran un estigma social; por otra, la infravaloración de la vida naciente
con una invitación expresa al aborto.
No
es casualidad que por estos derroteros encontremos algunas conclusiones que nos
permitan explorar el ámbito bioético del film, como es el análisis de la
despenalización del aborto en nuestra Europa contemporánea. Aunque es cierto
que sus inicios se efectuaron en la Rusia de los años 20 con fines de control
demográfico de la población, se extendió con posterioridad en el creciente afán
totalitarista de la Alemania nacionalsocialista de los años 30 y contagió
especialmente al mundo escandinavo en años venideros, que discurren entre
finales de los años 30 y los años 60. Esto ocurre a partir de finales de los 60
en el resto de países europeos, fruto de la revolución sexual de la citada década,
que propicia el efecto despenalizador entre las principales potencias europeas.
La
configuración social emergente presenta algunas características indisociables
para comprender la reducción acusada de la fecundidad, como son un “renovado”
concepto de la nupcialidad y los patrones afectivos, la aparición del control
de la natalidad mediante el uso de los anticonceptivos o la comercialización de
la píldora anticonceptiva en los años 60 y, junto a ello, la presencia del
aborto.
Estas
cualidades no son indiferentes a nadie, pero afectan directamente al mundo
femenino, que precisamente en las sociedades industriales ha conseguido su
emancipación y, al mismo tiempo, con su incorporación al mundo laboral, ha
podido ejercer sobre sí un mayor control de la natalidad junto a una “renovada”
visión de sus relaciones interhumanas y afectivas. Precisamente Iris reúne en
su personaje algunas de las condiciones que presenta el perfil humano de la
gestante. Situándola en mujeres menores de 25 años, solteras, con estudios de
segundo grado, residente en zona urbana, con obligaciones laborales y sin
hijos. Obviando que Iris sufre un aborto accidental, no provocado, pero que nos
permite empatizar con la situación que la protagonista vive. El problema es que
la joven acaba somatizando todo el estrés acumulado como consecuencia de su
situación familiar, edad, condición física, actitud del amante ante la nueva
criatura, vida social… en su corteza cerebral.
Este
argumento es suficiente para que su planificado ataque de furia tenga como
destinatarios sus semejantes y toda su fustigada memoria emocional explote, no
siendo capaz de almacenar más situaciones estresantes ante tanto desencuentro
humano. La vida moderna, ante las manifestaciones de aislamiento, soledad,
violencia, indiferencia... ha ido erosionando la vida personal de la joven,
haciendo especial énfasis en una modificación gradualmente lenta de su interior,
que tiene como resultado una respuesta agresiva frente a los otros.
Kaurismäki
ha conseguido expresar con su peculiar mordacidad una historia de hoy, que,
contada hace casi 25 años, sigue irradiando la misma actualidad que las
noticias que nos filtran día a día presentándonos la violencia social en
diferentes espacios y lugares. El estallido amenazante de Iris es la consecuencia
de sus propias vivencias, que ha ido lentamente somatizando afectada por el
epítome final causado por el estrés postraumático del aborto que presenta su
rostro más temerario. Lo más preocupante es presentarnos un reflejo
abiertamente naturalista de lo que puede estar sucediendo en nuestra sociedad. Al
mismo tiempo, lo más bello del film y esperanzador es la reflexión escrita a
modo de epístola en la que sueña abiertamente con la llegada de un nuevo ser y
las nuevas posibilidades que se pueden abrir para ello.
Miguel Ángel Millán Atenciano
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