Corporalidad Humana
Publicamos el resumen de la excelente intervención de la Dra. Gloria Mª Tomás en la III Jornada de Bioética, para los que no pudisteis acudir a la jornada.
SIGNIFICADO Y SENTIDO DE LA CORPORALIDAD
HUMANA
Dra. Gloria Mª Tomás y Garrido -
Catedrática honoraria de Bioética
No vivimos ni
nos desarrollamos en el vacío, ni en la nada. Nuestro advenimiento a la vida se
realiza en un mundo natural y en un mundo con artefactos realizados por el
hombre y, aún más, sabemos de la existencia de un universo cósmico e intuimos
la posibilidad de otros mundos y otras galaxias.
La observación
de esta verdad conlleva que busquemos y encontremos en estos mundos parte de
sus significados y sus modos de funcionar; ello no nos deja indiferentes, sino
que se acompaña por una reacción, un afecto, o un desafecto ante lo que
acontece, creándose vínculos relacionales.
Si esas relaciones fueran automáticas
mostrarían que la persona no tiene una dimensión espiritual que se manifiesta
en su libertad. Precisamente, la libertad, para saber ver, lleva ese riesgo:
que, puede no valorarse a apetecer algo conforme a lo que corresponde por su
justo ser. Existe, además, una gradualidad de la realidad que implica que las
relaciones, en su mayoría son asimétricas. Aporta un pastor que nos orienta
sobre el cuidado de una oveja, y aporta un farmacéutico que informa de la
función curativa específica de una planta para esa oveja.
Desde estos
supuestos estamos en condiciones de reconocer que existen los derechos y los
deberes genuinos de las personas, cuyo origen se encuentra en el mundo natural
al que pertenecemos, y de aceptar los deberes y derechos otorgados por el mundo
cultural, de artefactos, en el que nos desenvolvemos. Pero ¿por qué en la
práctica no es tan claro todo esto, se crean tensiones, etc.? La respuesta
certera es porque el hombre está herido; las personas que han recibido el don
de la fe saben que esta herida se debe al pecado original y a los pecados
personales; pero también sin fe, cualquiera experimenta en sí, y en los demás,
la vulnerabilidad. Esta ceguera o vulnerabilidad supone que para captar
rectamente el mundo nos enfrentamos a dificultades, necesitamos de los demás.
El mundo creado
no es un puzle de piezas sueltas y sin sentido, sino que tiene una finalidad,
es teleológico, en su riqueza, en su diversidad y en su orden. Conforme se
asciende en la escala natural, los seres participan del ser del que le precede
y le supera, y ha de ser reconocido como tal. Toda la naturaleza es camino
hacia el hombre, el cual es el culmen del desarrollo natural del mundo Y, como
en la meta está implícito el camino, se exige para vivir humanamente un respeto
a la naturaleza, en todo lo creado hay un atisbo de humanidad.
Sólo la persona
humana tiene capacidad para preguntarse el qué y el porqué, clara manifestación
de que no es sólo biología, sino es más, es también biografía y
cobiografía. Pero sólo desde la biología está la biografía. El cuerpo, y sólo
el cuerpo es capaz de hacer visible lo invisible. Es lugar y escenario
en el que aparece el misterio de la persona. La corporalidad nos sitúa en el
espacio y en el tiempo, y nos da la capacidad de expresar, de comunicar, de
escuchar. El espíritu humano sólo existe y se entiende en el cuerpo, y eso
conlleva también la aceptación de las limitaciones corporales. El cuerpo
refleja en su estructura lo que sucede en el alma. Wittgenstein dirá que el
cuerpo es la mejor pintura del alma.
El
hombre se manifiesta en el mundo a través de su cuerpo, con todo el
determinismo inexorable del mundo creado y, a su vez, con la posibilidad
abierta a algo, sin solución de continuidad, con todo lo creado, y es que tiene
libertad con la que puede hacer la aportación más decisiva que existe en la
historia: la realización del bien moral. Pero también, por esa libertad, es la
única criatura que puede rechazar ser lo que es y lo que está llamado a ser. En
ese sentido, la ética no es un adorno, sino el deber ser para cumplir sus objetivos
como personas, que son infinitos: la búsqueda de la verdad, la insaciable
necesidad de bien, el hambre de la libertad, la nostalgia de lo bello, la voz
de la conciencia (R. Hominis).
La
dignidad se basa en ser lo que se es; en el caso de la persona, implica
respetar los hechos biológicos, y desplegar los valores éticos, y eso da luz y
sentido moral a la vida que se convierte en: proyectiva, imaginativa,
interpretativa, libre, dramática (J. Marías). Dios, dirá el escultor Pablo
Serrano, hizo al hombre lo menos posible. Muchas
de las exigencias del amor proviene del descubrimiento acertado del mundo
natural al que pertenecemos y en el que nuestro cuerpo vive y permite nuestra
existencia.
Nadie puede
reconocerse en solitario; el hombre no puede ser plenamente él mismo por sí
solo. Se necesita el conocimiento amoroso que el otro -los demás- tienen de él.
El
hombre experimenta en profundidad su identidad cuando está articulada con la
relación. En el ser-con. Así la libertad de la persona se hace constitutivamente
de autoconciencia y autoposesión, de salida de si hacia el otro. Inscrito
en el ser está la condición sexuada, un lenguaje universal. La sexualidad es
una dimensión de donación peculiar, compleja y unitaria. La feminidad y la
masculinidad se expresan en el cuerpo y por el cuerpo .La sexualidad marca a la
persona, pero no la agota. Hay que reconocer y aceptar libre y positivamente
las exigencias éticas de la inclinación sexual, educándola rectamente, de ahí
emanan las exigencias internas de la dimensión personal del ser humano.
La sexualidad no equivale al ejercicio de la
genitalidad; es distinto las relaciones sexuadas que la relación
sexual-genital. Además la actividad genital no es el único modo de expresarse
como varón o como mujer. Ya Santo Tomás anunció que el matrimonio es necesario
para el género humano, pero no para el hombre en particular.
Todos estamos
convocados al amor. La necesidad de amar, de querer a alguien por sí y
para sí. Los dos únicos modos de hacerlo de modo plenamente humano son a través
del matrimonio y a través del celibato. En ambas situaciones, la persona
es capaz de conocerse, poseerse, de darse libremente, de entrar en comunión con
otras personas. La plenitud del amor al que estamos llamados es ir acercándose
a esa relación con las personas en la que se llega a no distinguir el amor
absoluto por uno o por todos.
En definitiva se
trata de asumir el significado y el sentido de la corporalidad para llegar a
ser lo que somos, criaturas creativas queridas.
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