LOS DESCENDIENTES: FUTURO CONTRA PRESENTE

Publicamos el resumen de la intervención del Dr. Pedro Talavera en la III Jornada de Bioética, para los que no pudisteis acudir a la jornada.

LOS DESCENDIENTES: FUTURO CONTRA PRESENTE
Prof. Dr. Pedro Talavera - Universitat de València

El título de la ponencia pretende reflejar el notable cambio de paradigma producido con relación a la filiación (en su doble vertiente: tener hijos y ser hijo), en el seno de una sociedad que ha asumido los presupuestos economicistas, instanteístas y nihilistas propios de la postmodernidad decadente.
Una manifestación evidente del paradigma postmoderno de la filiación radica en una singular paradoja: la alarmante disminución de la natalidad en los países occidentales, ricos y desarrollados, que corre paralela a la hiper-sofisticación de las técnicas de reproducción asistida y al exponencial incremento del mercado de productos relacionados con el bebé y el niño.
Esta gran paradoja se explica, a mi juicio, a partir de la obsesión del sujeto postmoderno por el ‘ahora’: la asunción en clave lúdica del ‘carpe diem’.  En otras palabras: el individuo posmoderno es esencialmente instanteísta; se ha hecho incapaz de percibir su vida en clave de ‘proyecto’; ha perdido la intrínseca conexión de la existencia entre pasado (historia, legado, responsabilidad) y futuro (sentido, proyecto, compromiso), pretendiendo vivir en un indefinido presente (ilusoria y eterna adolescencia) y eso le lleva a negar toda responsabilidad y toda consecuencia irreversible de sus actos (Nietzsche). Lo irreversible es precisamente aquello que nos obliga a proyectar la existencia hacia el futuro. Y, por supuesto, nada hay más irreversible que un hijo.  En efecto, tener hijos obliga necesariamente a salir del ‘ahora’ y proyectarse hacia el futuro; salir del principio de placer y aceptar el principio de realidad (Freud). De ahí que el sujeto postmoderno tienda casi inconscientemente a evitarlos.
Pero la paradoja se forja al conectar instanteísmo con nihilismo. El nihilismo supone la reducción de la existencia a pura sensación o emotividad, renunciando a la racionalidad y la ética como manifestaciones represivas de lo auténticamente humano, de lo verdaderamente natural, que son los instintos, las pulsiones (Freud). La vida es ante todo una ‘experiencia’: vivir es ‘experimentar sensaciones’. En esta clave, tener un hijo supone para la sociedad postmoderna una de las experiencias y de las emociones más intensas. De ahí que todos aspiran a ‘disfrutar de ello’. Pero la experiencia, la sensación, son necesariamente productos del instante, no pueden mantenerse en un indefinido ahora (perpetuarse en el tiempo). Como consecuencia se produce una clara distinción entre la experiencia (instanteísta) de tener un hijo (solitaria o compartida) y la realidad (en clave de proyecto) de ser madre o padre (realidad duradera que relativiza y se considera esclavizante).
Reducir el hijo a la condición de una experiencia supone ‘objetivizarlo’; es decir convertirlo en un ‘objeto de máxima satisfacción de expectativas emocionales’. En consecuencia, la filiación adquiere perfiles muy parecidos a los bienes de consumo. En efecto, el hijo se convierte en un producto sofisticado, un ‘objeto de lujo’ sometido a la lógica economicista del mercado:
-el hijo tiende a ser ‘único’ (es una experiencia irrepetible, que únicamente se repite para buscar la experiencia de otro hijo de sexo diferente);
-el hijo tiende a planificarse: concebirse en el momento deseado (anticoncepción, congelación de óvulos);
-el hijo tiende a ser ‘perfecto’ (un ‘objeto de lujo’ no puede ser defectuoso); responder a las expectativas de máxima satisfacción emocional exige un producto ‘de calidad’: de ahí el diagnóstico prenatal y el aborto selectivo eugenésico;
-el hijo tiende a ser ‘exclusivo’; es decir, tal y como uno lo ha soñado o imaginado (un producto diseñado ‘a la medida’ del consumidor): selección genética;
-el hijo tiende a ‘exhibirse’ como ‘gran trofeo’ (mechandising sobre la natalidad y la niñez): crecimiento exponencial de la ansiedad por descubrir talentos sobrehumanos en los niños (programas televisivos, deportes escolares, moda…).

La conversión del hijo en un ‘objeto de lujo’ (y su consiguiente disolución como sujeto) sometido a la dimensión radicalmente instanteísta y nihilista de la existencia, provoca que la experiencia emocional de haber procreado ‘pase rápidamente de moda’ sin integrarse en la dimensión proyectiva de paternidad/maternidad. Esto supone que cuando el hijo ya no es percibido como objeto de satisfacción emocional deja de interesar y pasa a convertirse en un ‘problema de gestión’ cuya solución se encomienda a terceros (abuelos, chachas, canguros, guarderías, colegios, clubes…).
Esta grieta provoca una distorsionada experiencia de la filiación por parte del hijo, que tiende a percibirse sólo materialmente vinculado a sus padres, de quienes no recibe la necesaria herencia y legado moral (su inserción en una historia, en un relato familiar de valores), ni la capacidad de asumir un proyecto vital de futuro (asunción de la temporalidad como responsabilidad); sino la puntual satisfacción de sus exigencias y caprichos materiales (vivir el ahora). Lo cual contribuye a reproducir en el hijo la concepción instanteísta, nihilista y economicista que perpetuará en una afirmación radical del ‘yo narcisista’ (mediante el concepto freudiano ‘matar al padre’).
La interesante y divertida comedia "Una cuestión de tiempo" (Richard Curtis, 2013), evidencia magistralmente la banalidad relativista del ‘ahora lúdico’ (que puede ser indefinidamente cambiado) frente a la realidad ontológica de tener un hijo, que convierte la existencia en un compromiso irreversible que impone la dimensión de proyecto.


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