¿QUIÉN SOY YO?, UNO DE LOS NUESTROS
Compartimos este artículo publicado ya en nuestras "anotaciones" de la III Jornada, esperemos que os guste y aporte...
¿QUIÉN SOY YO?, UNO DE LOS NUESTROS
Nuria Cárdenas
Quesada – Médico oncólogo
Este verano he puesto nombre a
algo que intuía, conocía e intentaba respetar desde hacía tiempo: la Dignidad
Ontológica.
La ciencia nos demuestra desde
distintos ámbitos (molecular, celular, orgánico, etc) que el principio vital del embrión no lo
transmiten los progenitores, sino que se pone en marcha con la fecundación.
Ésta supera la fusión de dos gametos. La interacción entre el gameto paterno y
materno producen una reestructuración propia, dando lugar a un principio vital individual.
Por esto (simplificando bastante),
desde la fecundación tenemos un ser individual (en desarrollo, obviamente) que
está autoorganizado, polarizado y con un ritmo de multiplicación celular
concreto.
Pues bien, ese ser individual es
de naturaleza humana y, simplemente (o complejamente si se quiere) por esto, le
corresponde una Dignidad Ontológica. Algo que no podemos ni destruir, ni obviar
o pasar por alto. Es un ser individual
humano, ¡uno de los nuestros! Muy
débil al comienzo de su desarrollo, pero que por cambiarle el nombre
(pre-embrión, embrión preimplantatorio, etc) no cambia su condición de ser
individual de naturaleza humana. Nombres que, por cierto, no suelen utilizarse
en el desarrollo embrionario de los animales. Curioso, ¿verdad?
“Es uno de los nuestros”; un
eslogan muy gráfico. Podríamos decir que es un sinónimo de Dignidad Ontológica.
Y no sólo aplicable al embrión, claro está; cualquier vida humana en cualquier
época de su vida y/o circunstancias y/o situación física-salud… es uno de los
nuestros.
Ayuda mucho ver así a todos los
que me rodean, “es uno de los míos”. Y ser conscientes de que cada persona tiene unas características
fundamentales a tener en cuenta: identidad genética, singularidad biológica,
individualidad humana, identidad personal, carácter relacional, biografía,
cobiografía y ser histórico. Lo que se podría condensar en que cada uno es único e irrepetible, o como dicen en mi
tierra “de su padre y de su madre”.
Incluso con esta frase tan coloquial
se hace referencia a la esencia de la persona que engloba las características
que señalábamos arriba: hacer familia,
crear hogar… Todos tenemos un padre y una madre (conocidos o no) y todos
hemos nacido indefensos, con necesidad de acogida, ayuda, educación, cariño...
Todos hemos sido y somos dependientes de los demás. Se podría decir que somos
deudores, pero también acreedores de los que me han acompañado en la vida. Este
“debe-haber” propio del hombre, se desarrolla habitualmente en una familia. Y uno “está en casa”, se
siente “en casa” cuando sabe que se le quiere por lo que es, no por lo que
tiene o puede aportar. De alguna forma, hacer este mundo más humano se debería
reflejar en que todos nos podemos sentir en casa, porque se nos cuida y tiene
en cuenta por lo que somos: únicos e irrepetibles.
Con este enfoque personalista (de
persona) y en la medida en que cada uno (yo) entienda mejor quién es (¿quién
soy yo?), sabrá tratar a los demás y al mundo que le rodea con la ética que se
merece; que le corresponde por su naturaleza. Intentaremos hacer “micromundos” familiares a nuestro alrededor,
para que todos estén “en su casa”. Parece atractivo, ¿no?
En fin, a veces parece que
gastamos muchas fuerzas en decir qué es correcto o no en determinadas
cuestiones de bioética. Como podría ser el tema de la fecundación y desarrollo
embrionario. Probablemente, la tarea principal es conocer, profundizar y
comunicar más “quién es el ser humano”, quién soy yo, en definitiva. ¿Uno de
los nuestros?
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