GESTIÓN EMOCIONAL

GESTION EMOCIONAL “Aprendamos a vivir, para aprender a morir”
Mª José Paredes, psicóloga

(Resumen de su ponencia en la mesa titulada “Experiencias en un foro de bioética” de la II Jornada de Bioética celebrada el pasado 9 de noviembre)



He  decidido en este artículo enfocar la muerte desde la vida, es decir, como la única condición que se da para morir es estar vivos, seremos capaces de aprender a vivir mejor, para quizás, aprender a morir.         
La experiencia muestra que el sufrimiento prolongado y estéril, no hace nada más que subyugarnos y dirigir nuestra vida  por el camino equivocado.
Alguno de ustedes pensara que el sufrimiento es inevitable, pero lo cierto es que el sufrimiento físico en mucho de los casos se puede paliar e incluso eliminar. ¿Se puede hacer lo mismo con el sufrimiento psicológico?

Pues bien, aunque parezca que no, el psicológico también se puede evitar. ¿Cómo? Pues conociendo, identificando y gestionando nuestras emociones.
Todos hemos comprobado a lo largo de nuestra vida que ante un mismo hecho no todos nos sentimos igual, a algunos nos puede producir alegría, a otros tristeza, y a otros ni “fu ni fa”. Por lo tanto lo importante no es lo que nos pasa, sino lo que pensamos en cada momento, y como el pensamiento es previo a la emoción este es el que nos hará sentirnos bien o mal.
La forma en la que nos contamos la vida, es decir, la forma en la que interpretemos lo que nos está sucediendo nos puede afectar positiva o negativamente hasta en nuestra salud. De todos es sabido que una persona optimista afronta mejor una determinada enfermedad e incluso se recupera más rápidamente.

¿Y cómo podemos poner nuestro cerebro a nuestro favor? Primero pensando en positivo, porque si el pensamiento es previo a la emoción, esto nos va a garantiza que nos vamos a sentir mejor, nos daremos autoinstrucciones positivas que nos transmitan tranquilidad y esperanza; como yo estoy haciendo ahora con esta pequeña ponencia… “te va a salir bien, te encanta el tema y lo conoces perfectamente” el darnos instrucciones positivas nos va a potenciar el sentirnos bien y que nos enfrentemos en mejores condiciones a la adversidad.
El autorrefuerzo también es importante, estamos más acostumbrarnos a recriminarnos que a premiarnos. Hay que premiarse sobre todo cuando lo que hemos conseguido nos ha costado cierto esfuerzo.
Tanto las autoinstrucciones positivas como los autorrefuerzos, utilizados habitualmente y de forma coherente nos ayudan a desarrollar nuestro optimismo. Las personas optimistas no están ajenas a la realidad, más bien al contrario, están más cerca de esa realidad por difícil que sea y porque no tienen miedo a afrontarla, ya que destacan por su alto grado de motivación, su predisposición a la felicidad y su flexibilidad, genera buen clima y disfruta con cada cosa que les ofrece la vida en el día a día.

Lo importante de la gestión de las emociones es que, al igual que en un determinado momento podemos sentirnos mal o angustiados, la capacidad de reconducir ese sentimiento en otro más positivo y feliz está en uno mismo. Pasa como en las serpientes, en el propio veneno está el antídoto.
Una persona pesimista puede dejar de serlo, mediante el entrenamiento, el aprendizaje, la constancia y haciéndose dueña de sus emociones, solo hace falta que nos convenzamos y estemos dispuestos a efectuar ciertos cambios en nuestra vida, en nuestra forma de pensar y sentir y por lo tanto de interpretar la realidad. 

Otra cualidad muy importante para dejar de sufrir es cultivar el sentido del humor, que además es uno de los pilares de la inteligencia emocional. Porque aunque algunos problemas no desaparezca, y algunas de las cosas que no nos gustan no cambien, con el sentido del humor siempre nos sentiremos mucho mejor mientras que intentamos cambiarlas.
Todo lo hasta ahora mencionado nos hará sentir mejor en el día a día, a pensar con más objetividad, a crear soluciones más imaginativas y eficaces para nuestros problemas, pero… cuando nos encontramos con la adversidad ¿Qué arma debemos de usar? La Resilencia.
EL psiquiatra Luis Rojas Marcos describe la resilencia como “la poderosa capacidad humana de encajar, resistir y superar la adversidad”.

En esta II Jornada que nos ocupa, la adversidad es tener que luchar ante las enfermedades, haber padecido la pérdida o muerte de un ser querido y la soledad y la angustia de este hecho.
Un ejemplo que simboliza la resilencia es el de la ostra cuando transforma un grano de arena en una perla. Cuando un grano de arena entra en el interior de una ostra y la ataca, esta segrega nácar para defenderse generando así la preciada perla.
Todos podemos ser resilentes porque la perseverancia en alcanzar unos objetivos, nos ayudara a desarrollar la confianza y esta nos hará valientes, para enfrentarnos a los obstáculos de día a día y conquistando así nuestro futuro.

Principios y acciones que nos harán ser más resistentes a las adversidades:
·       Potenciar nuestra capacidad de observación, de análisis y reflexión.
·       Fortalecer nuestra seguridad y nuestra autonomía personal.
·       Creer en nosotros mismos, especialmente en los momentos difíciles.
·       Aceptar que las cosas a veces llegan más tarde de lo que desearíamos, pero dando pasos adelante conseguiremos alcanzarlas.
·       Confiar siempre en nuestras posibilidades.
·       Levantarnos después de cada tropiezo
·       Crecernos ante las adversidades.
·       Desarrollar el razonamiento lógico y el sentido común.
·       Motivarnos cada día.
·       Potenciar nuestra esperanza.
·       Impedir que los demás nos responsabilicen de las desgracias o insatisfacciones ajenas.
·       Asumir que nos podemos equivocar, poro que no nos hundiremos por ello, sino que aprenderemos de nuestros errores.
·       Visualizarnos en positivo.
·       Sonreír cada día y …
·       Llenarnos de ilusiones nuevas.

Decir también, que como la muerte es un proceso (a no ser que sea un hecho repentino), y que durante ese proceso hay momentos en los que también existe la alegría, disfrutemos de dichos momentos. 

Quedémonos pues con estos momentos porque en realidad se dan, como bien dice en su poema “Al olmo viejo” Antonio Machado.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo

algunas hojas verdes le han salido…

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